Kumagro es el nombre de la compañía con la que el semillero de Chacabuco, Asociados Don Mario, en sociedad con la cerealista de Carlos Casares, Grobocopatel Hnos., está llevando adelante el negocio de originar soja no transgénica (no OGM) y exportarla.

El emprendimiento, basado en Carmen de Areco, originalmente estuvo en manos de Areco Semillas, hasta que esta fue adquirida por la semillera de Chacabuco. Pareciera paradójico que uno de los principales creadores de germoplasma de soja en la Argentina (sino el primero), donde el 99% es transgénica, se haya aventurado en este negocio.

Pero como me relata Gerardo Bartolomé, presidente del holding GDM, “nuestras sojas no transgénicas tienen exactamente el mismo potencial de rendimiento y el mismo perfil sanitario que las de nuestras mejores variedades OGM, porque salen del mismo programa de mejoramiento”.

Años ha, aquellos que querían incursionar en el negocio de la soja no OGM tenían que salir a buscar cultivares de la era Pre RR, esto es 1996, que todavía estuvieran en circulación. Pero los de Don Mario entendieron que el negocio de producir una especialidad requería que el productor no tuviera que resignar rinde por el solo hecho de sembrar una variedad convencional, y así hoy tienen diez cultivares no transgénicos para los que se integran al programa.

Según relata Bartolomé, para esta campaña 2015/16 esperan estar produciendo y comercializando entre 50 y 80.000 toneladas, que resulta un número bastante más grande que las 30.000 toneladas de la campaña 2014/15. “Pero el objetivo de acá a dos o tres años es estar hablando de un negocio de 500.000 toneladas”, afirma.

El responsable de lograr esta meta es Diego Chillado Biaus, un técnico con una larga trayectoria en Cresud, y que se encontraba al frente de la operación en Brasil cuando fue reclutado por Bartolomé y Cía. “Mi hermano Alejandro estaba dejando la empresa y necesitábamos alguien para reemplazarlo”, explica el empresario.

Pero Chillado Biaus no solo tendrá que lograr darle más volumen al negocio sino también abrir nuevos mercados. Las sojas no OGM son buscadas por las compañías alimentarias que operan en países desarrollados, donde el consumidor no quiere comer un alimento transgénico. Si bien filosóficamente Don Mario adhiere al concepto de inocuidad y seguridad de la sojas OGM, business are business, y proveer a esos mercados de sojas convencionales resulta una oportunidad interesante.

Actualmente son los países de la Unión Europea, de Asia (Japón, Corea del Sur, Taiwán, pero también China) y algunos africanos los que buscan el producto. De hecho, Japón compra anualmente, un millón de toneladas de soja no OGM, además de otro millón en alimentos no transgénicos de soja, mientras que Corea del Sur adquiere unas 350.000 toneladas por año.

El otro Grobo

Daniel Grobocopatel, presidente de Grobocopatel Hnos. (que no hay que confundir con Los Grobo, aunque son parientes), apunta que el sistema es que Kumagro provee a los productores de la semilla y les compra la producción. Que el producto esté libre de soja transgénica es el punto clave, y para ello hay un premio que ronda los 20 dólares por tonelada, como incentivo al negocio. Y con la aparición de malezas resistentes, que encarecieron el costo en herbicidas, en muchos casos no hay diferencia entre usar una soja convencional y una transgénica en cuanto a costos de tratamiento.

Los productores que ingresaron al negocio son tecnológicamente de punta, y mayormente hacen la agricultura en campo propio. Lo mejor es que vienen renovando los contratos campaña tras campaña, lo que da cuenta de que la cosa funciona.

Pero en el mediano plazo, Kumagro tiene planes importantes. “La idea es montar una planta para obtener concentrados proteicos, preferentemente sobre algún puerto”, apunta Grobocopatel. También, y con el objeto de llegar lo más pronto posible al medio millón de toneladas, están cerrando acuerdos con cooperativas de Brasil, en Paraná y Goiás, que se integren al sistema.

El objetivo es seguir agregando valor en productos demandados por la industria alimentaria, que en determinados mercados mantiene preferencias por ingredientes no transgénicos, por lo que está dispuesta a pagar un sobreprecio.

Por Javier Preciado Patiño, Semanario Infocampo

Ir al contenido original en: infocampo.com.ar

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