Fue una campaña complicada para el trigo en todos los frentes. Muchos productores desistieron de sembrar porque la ecuación no les cerraba, con costos de implantación demasiado altos para su bajo precio, mientras que otra parte lo utilizó como cobertura.

Visto esto, no resulta extraño que, de las 10,2 millones de toneladas cosechadas según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el 75% no cumple con los requisitos de calidad para hacer pan. Así lo afirmó un informe de la Cámara Arbitral de Cereales de Bahía Blanca, que estimó un promedio de 9,8%, cuando la base de comercialización es del 11%, que da un contenido de gluten del 25.

“Históricamente no se había dado la situación de la presente campaña, donde tenemos baja proteína en toda el área de la región triguera. Desde el norte al sur fueron valores muy bajos, y se debe a varias causas, pero la principal es la baja o nula tecnología aplicada por el productor. El nulo uso de fertilizantes nitrogenados, que son los que producen proteína en el grano”, explica a Infocampo Martha Cuniberti, directora técnica del Laboratorio de Calidad Industrial y Valor Agregado de Cereales y Oleaginosas del Inta Marcos Juárez.

Cuniberti, que trabaja desde hace ya varios años en mejorar la calidad, cuenta que este año el trigo fue utilizado como rotación de los suelos más que como una perspectiva de negocio. A esto se le sumaron problemas de napas y lluvias abundantes, que lavaron el poco fertilizante que se aplicó. La fórmula terminó dando buenos rendimientos, con un promedio nacional de 32 quintales, pero mala calidad.

“Tenemos un promedio del orden del 9,5 de proteína. Es un valor muy bajo, lo que internacionalmente se conoce como trigo forrajero. Con esa proteína es prácticamente imposible lograr un pan aceptable para el consumidor. Una vez establecida la base, se bonifica y por debajo se descuenta. Los descuentos son mayores a medida que va descendiendo”, detalla Cuniberti. Estados Unidos y el sudeste asiático son algunos de los compradores.

Esta epidemia de calidad encendió una alarma generalizada en todo el sector. Cuniberti y otros especialistas coincidieron hace unas semanas en las 43ª Jornadas Trigueras Nacionales en Leones, Córdoba, donde también estuvo presente el secretario de Agricultura de la Nación, Ricardo Negri. Elaboraron una lista de 20 puntos con el fin de incentivar la producción, pero sin descuidar la calidad. La conclusión fue unánime: así no se puede seguir produciendo trigo.

“Hemos tocado piso. El punto está en tratar de incentivar la fertilización con nitrógeno en los suelos para que aumente el rendimiento y a la vez la proteína, que explica la caída tan grande que tuvimos este año en proteína”, dice Cuniberti.

La iniciativa por parte del Gobierno sería un plan de fertilizantes para que el productor pueda hacer frente a los requerimientos de su lote. La técnica cree que esa medida bastará: “No hace falta más porque la genética la tenemos. Podemos lograr rápidamente mayor productividad, mayor área sembrada y producción nacional sin que caiga la calidad”.

Diferencias y expectativas

Miguel Scarfo, contratista en la zona de Pergamino, en el norte de la provincia de Buenos Aires, considera que fue una campaña buena en términos generales: “No tuvimos buena calidad en los materiales que cosechamos. Por suerte la levantada del precio hizo que este año los productores y dueños de campos estén pensando en hacer una buena cantidad de trigo. Eso nos pone contentos a todos”.

Scarfo, que trabaja unas 1.000 hectáreas en la localidad de Rancagua, estima que sólo el 20% cumplió con los requisitos de calidad. La variación del precio, asegura, es impresionante: “Se puede lograr un 50% más en trigo con calidad si lo sabés colocar en un molino donde hacés una buena operación”. También es un pequeño productor y admite que este año destinará entre un 35 y 40% de su superficie a sembrar el cereal, dado que recuperó en parte su precio.

Como medida para mantener la producción nacional y distinguir calidades, Cuniberti propone clasificar la producción triguera en distintas calidades para ofrecer al mercado calidades diferenciadas con precios diferenciales. Distingue entre tres grupos de calidad: Grupo 1, de alta calidad panadera (desde 10,5 a más de 11,5% de proteína); Grupo 2, de calidad buena que toleran altos tiempos de fermentación; y Grupo 3, de buen rendimiento pero calidad standard, no aptos para pan. Por otra parte, clasifica en tres regiones: la norte, que abarca el puerto de Rosario; la sudeste, que tiene el puerto Necochea y Quequén, y la sudoeste, con el puerto de Bahía Blanca.

La receta para alcanzar un nivel aceptable de proteína está a la vista. Cuniberti recomienda utilizar trigos de Grupo 1 y 2 y fertilizar correctamente. “Hay una relación de rendimiento-proteína que depende de la buena disponibilidad de nitrógeno. Para poder tener un buen contenido de proteína en grano son necesarios 30 kilos de nitrógeno por tonelada de grano producido”, dice, y advierte que el clima debe acompañar.

Pero no se debe fertilizar al voleo, como se dice en la jerga del campo. Para Cuniberti, es ideal hacer análisis de suelo. “Hay que ver la necesidad de cada lote y luego aplicar urea nitrogenado u otros fertilizantes nitrogenados que estén compensando esa deficiencia de nitrógeno que tiene el suelo. Es lo adecuado. No hay que aplicar fertilizante sin conocer la necesidad de cada lote”, asegura.

¿Qué está pasando?

La Cámara Arbitral de Cereales de Bahía Blanca afirmó que el 75% de la cosecha no llega a calidad de pan.

Cuniberti lo atribuye a la falta de fertilización, principalmente. La base de proteína para hacer pan de buena calidad es del 10% de proteína.

En Córdoba, distintos  actores reconocieron la problemática y coincidieron en que tocaron fondo. El Gobierno lanzaría un plan de fertilización para ayudar al productor.

Por Agustín Monguillot, Semanario Infocampo

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