Los productores hacen números para asegurarse cierta rentabilidad dentro de un contexto donde los commodities están de capa caída. Buscar nuevos nichos y negocios apostando a una tecnología de alta calidad tiene un diferencial muy interesante a tener en cuenta.

En el establecimiento «San Alberto», ubicado en la estación Merceditas, entre Colón y Villa Cañás, en Santa Fe, Tristán de Villalobos tiene una superficie total de 960 hectáreas, donde apostó a la producción de maíz flint y de soja bajo el sistema RTRS. El campo cuenta con certificación de Agricultura Certificada (AC) otorgada por Aapresid.

Entre las características que cuenta el terreno es que son suelos franco-limosos, con tenores de materia orgánica levemente por arriba del 3%.
En este sentido, el productor señaló que «el campo hace 17 años que se trabaja en siembra directa y hasta hace unos 3 años traía una rotación que oscilaba en una distribución cercana a un tercio para soja de 1ª, un tercio para maíz, y un tercio para trigo/soja 2ª».

Por caso, Villalobos explicó que «en los últimos dos ejercicios se ha incrementado la proporción que ocupa la soja de 1ª por razones eminentemente económicas. De todas maneras, hace ya unos años que hemos introducido cultivos de cobertura, especialmente vicia y algo de avena».

Además, el productor comentó que «debido a los ambientes que tenemos dentro del campo, surgió el desafío de cómo elevar los márgenes de aquellos ambientes de menor potencial más allá de ajustar la cantidad de fertilizante a dicho potencial. En el caso del maíz, el flint nos resultó atractivo, como las variedades de alto gluten y calidad panadera lo es para el trigo)».

«Los materiales flint no son RR ni Bt , y tienen menor potencial de altos rindes con respecto a otros híbridos, con lo cual conllevan una mayor prolijidad en el control de malezas e insectos y un aumento en nuestro caso de unos 30 u$s/ha en agroquímicos, pero la semilla resulta unos 100 u$s/ha más barata y además tiene una bonificación que para la campaña pasada resultó de 25 u$s/t (en un rinde de 10 t/ha son 250 u$s/ha más). Nuestra decisión fue ubicar el maíz flint en un ambiente de un potencial de 95 a 100 qq/ha, y de colocar los híbridos RR de ‘punta’ en aquellos ambientes de 120 qq/ha para arriba», agregó.

A la hora de comentar sobre los rindes, Villalobos remarcó que «el rinde seco del maíz flint resultó ser de 101,6 qq/ha. En cuanto a resultado económico, el margen fue equivalente al que hubiéramos logrado en ese ambiente con un rinde de 136 qq/ha de un maíz no flint. Con lo cual gracias al flint, un ambiente de 100 qq/ha de potencial, en los números lo transformamos en un ambiente de 136 qq/ha».

Por otra parte, el productor resaltó que «por supuesto que en los mejores ambientes del campo utilizamos híbridos de punta de Dekalb y Pioneer que estuvieron entre 127 y 130 qq/ha».

A la hora de comentar sobre la fertilización, Villalobos explicó que «para ayudar al control de malezas lo ubicamos en un ambiente con antecesor trigo/soja 2ª, lo cual ayuda a llegar más limpios y con menores costos a la implantación del maíz. Utilizamos el híbrido de Cargill NT 426. Además del control de malezas en barbecho, se aplicó como preemergente una mezcla de atrazina + metoalaclor, se hizo aplicación de insecticida por diatraea y se aplicó fungicida como al resto de los maíces. Como es de rutina, se hicieron los análisis de suelo para nitrógeno y para agua útil previo a la siembra, datos que determinaron la aplicación de unos 85 kilos/ha de elemento nitrógeno para satisfacer las necesidades de un rendimiento del orden de los 95 qq/ha. El nitrógeno se vehiculizó vía 300 kg/ha de Solmix (28% N, 5% S) en V6. A la siembra se echaron 140 kg/ha de MAP».

Por Alejandro Besana

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