Tanto el noroeste como el nordeste del país están inmersos en una realidad compleja, donde diversos factores externos y económicos ponen en jaque la rentabilidad del productor.

Para graficar la importancia que tienen ambas regiones para la producción agrícola nacional, el NOA representa un 15% de la producción total del país -cercano al millón de hectáreas- sumado a un 12% del NEA, según calcula Horacio Mangini, asesor externo.

Mangini es considerado un referente de la zona que abarca el NOA y la parte del NEA que empieza en el sur de Salta y se extiende por el ramal de la Ruta Nacional 16, desde Metán hasta Chaco. Su testimonio resulta una voz más que autorizada para brindar un panorama de cómo finaliza la campaña fina y el comienzo de la gruesa en la zona.

Durante el período de cultivos invernales se suelen sembrar algunos trigos y garbanzos, aunque siguen ocupando un rol secundario dentro de la zona. “Dependen de las condiciones climáticas y del agua útil acumulada. Esta no fue del todo satisfactoria”, explica Mangini

“El productor se jugó a sembrar algo por la situación que traía de los cultivos de verano, pero hay trigos y garbanzos que no están buenos en zonas donde había mucha agua útil y con pocas posibilidades de rinde. También en zonas como la de Chaco, donde han habido una serie de lluvias no normales en agosto que han generado problemas de enfermedades como las royas, que no son comunes”, agrega. Sin embargo, no es el cultivo de invierno el que define la rentabilidad de un productor sino los de verano. La estrella de todo el sistema, como lo define Mangini, sigue siendo la soja, que concentra el 60% de la superficie.

“El maíz venía acompañando muy bien y ya estábamos en rotaciones que llegaban al 20% o al 25%. Si bien técnicamente no es totalmente suficiente, dentro del sistema se venía avanzando sobre el maíz”, cuenta. El poroto, un cultivo tradicional del NOA, completa el 15% restante.

En un año que cuenta con el condimento extra del fenómeno climático conocido como el Niño, esto no traería consecuencias positivas sobre el NOA. Mientras buena parte de la zona núcleo argentina se beneficiará de la excesiva humedad y las lluvias, en la región se lo mira desde lejos.

“No es una zona donde se presente con exceso de agua. Generalmente es de normal a menor. Cuando dicen que hay un año Niño tenemos un poquito de incomodidad en esta zona porque estamos pensando en lluvias con suerte normales o menos”, afirma Mangini.

Haciendo números

Para el asesor, la rentabilidad por estos días es neutra y pasa a ser negativa si hay arrendamientos. Desde un sector suele atribuirse la difícil situación a la baja de los precios internacionales, razón que es cierta según Mangini, pero no la única: “Puede haber tenido un impacto, pero no tan grande como la situación que estamos pasando con el nivel de cargas impositivas a nivel de campo, con las no devoluciones de IVA que no se cumplen”.

En el NOA, el flete termina siendo un gasto tan alto que liquida cualquier posibilidad de obtener una rentabilidad para el productor. “Para que nos demos una idea, el costo del flete es de un 40% del cultivo, lo cual no ha ocurrido nunca”, ejemplifica Mangini, que también atribuye la mala situación al costo de los insumos y la no liberación de los ROEs.

La industrialización de la producción en zona, propuesta de campaña de la gran mayoría de los partidos políticos, no encaja según Mangini en la zona en la que se desempeña. “Pensemos esto: en la zona de Las Lajitas, el polo productor de Salta de soja (NdeR: Se hace el 65% de la producción, unas 230.000 hectáreas), la electricidad en cantidades razonables llegó hace 5 años. Las rutas todavía no están y los accesos son pésimos. Entonces se habla de industrialización, pero no de las bases de la industrialización”, explica.

Este panorama trajo consecuencias directas sobre el costo para producir. “El ejemplo más gráfico son los puntos de equilibrio, es decir los rindes de indiferencia. Hasta hace 4 años estábamos en alrededor de 1.500 a 1.800 kilos por hectárea en soja, incluyendo rinde y estructura. Hoy está en los 3.000, que es 2.400 de costo directo y unos 600 de estructura”, dice.

La situación del maíz, asegura, es peor porque los números cierran en negativo. El rinde de indiferencia supera los 7.000 kilos por hectárea, mientras que los promedios históricos arañan los 6.300. “La tecnología que se está aplicando apunta a más que eso, pero hoy estamos entre la espada y la pared, porque mayor tecnología implica mayor costo. No hay seguridad y el maíz que está en los campos se trilló y está embolsado”, dice.

Ante esta realidad, Mangini cuenta que los asesores ajustan dos cosas: estructura y tecnología. «Ambas tienen un límite. Al ajustarlas, hay un punto donde los riesgos no son medibles porque puede pasar cualquier cosa. En cualquier modificación tecnolgógica, en la que estamos corriendo un riesgo alto, se tiene un impacto mínimo porque modificamos 20 o 30 dólares por hectárea. Hoy necesitamos modificar 150 dólares por hectárea», explica.

Para Mangini pasó de ser una posibilidad a una opción seria. «El año pasado quedaron alrededor de 30.000 hectáreas sin sembrar en la zona núcleo NOA. Este año se espera triplicar esa cantidad de hectáreas porque no hay posibilidad con los arriendos porque no hay arreglos, se están dejando», cuenta.

Las malezas y plagas son otro factor que, si no se controla correctamente, puede traer consecuencias devastadoras. «Hoy un control de trichloris, eleusine o borreria te sube el costo desde 40 hasta 80 dólares la hectárea. El caso de rhyssomatus subtilis es bastante parecido: en el tema insecticida puede llegar de acuerdo a la presión o campos no rotados o mal manejados hasta 80 dólares de costo extra por el control de esa plaga.»

Números del NOA

El NOA representa el 15% de la producción agrícola a nivel país, casi un millón de hectáreas. Por su parte, el NEA suma un 12%.

La campaña de verano define la rentabilidad del productor. Se cultiva un 60% de soja, un 25% de maíz y un 15% de porotos.

En la campaña pasada quedaron 30.000 hectáreas sin sembrarse, según Mangini. El productor estima que esa cifra se triplicaría este año. 

Por Agustín Monguillot, Semanario Infocampo

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